Triste sociedad

Triste sociedad

Abandonado a su suerte, el edificio de la Societá Unione Operai Italianisucumbe entre los ensordecedores motores del transporte urbano que circula por la calle Sarmiento. Ni siquiera los minutos de espera obligatorios de un semáforo en rojo o de un previsible embotellamiento vehicular animan a los conductores a aguzar la vista y descubrir su hermosa fachada. Poseídos por el cemento caliente bajo sus pies, los peatones sólo tienen ojos para esquivar las baldosas flojas y algún que otro inoportuno desecho animal. Ignoran que a varios metros de altura, junto a un sinfín de ramilletes y de hojas entrelazadas, una plétora de inocentes querubines y cuatro robustas jóvenes semidesnudas juegan diariamente con el abismo.
La Societá Unione Operai Italiani es una de las cincuenta maravillosas obras que el arquitecto lombardo Virginio Colombo realizó en la ciudad de Buenos Aires en el lapso de veintiún años. A simple vista, descolla la combinación de texturas con la estatuaria y los conjuntos de lazos florales; pero también es notorio el calamitoso estado de las ventanas y persianas, la falta de las puertas originales, la rotura de los vidrios y la suciedad acumulada. El edificio cuenta con un hall principal, habitaciones al frente, aulas y hasta con un amplio salón de actos; pero una tapia y las chapas que sellan la entrada impiden apreciar el interior, aunque un murmullo al pasar avisa sobre la presencia de ocasionales moradores.

Nadie sabe cuál será su destino. Nadie sabe cuánto tiempo más seguirá en pie. Hoy, la única esperanza es despertar una mirada piadosa en esos miles de porteños que ignoran su realidad, para así sobrevivir a esta Buenos Aires demoledora de patrimonios y propensa a mutilar cada vez más su propia identidad.