Triste sociedad
Abandonado a su suerte, el edificio de la Societá Unione Operai Italianisucumbe entre los ensordecedores motores del transporte urbano que circula por la calle Sarmiento. Ni siquiera los minutos de espera obligatorios de un semáforo en rojo o de un previsible embotellamiento vehicular animan a los conductores a aguzar la vista y descubrir su hermosa fachada. Poseídos por el cemento caliente bajo sus pies, los peatones sólo tienen ojos para esquivar las baldosas flojas y algún que otro inoportuno desecho animal. Ignoran que a varios metros de altura, junto a un sinfín de ramilletes y de hojas entrelazadas, una plétora de inocentes querubines y cuatro robustas jóvenes semidesnudas juegan diariamente con el abismo.

Nadie sabe cuál será su destino. Nadie sabe cuánto tiempo más seguirá en pie. Hoy, la única esperanza es despertar una mirada piadosa en esos miles de porteños que ignoran su realidad, para así sobrevivir a esta Buenos Aires demoledora de patrimonios y propensa a mutilar cada vez más su propia identidad.